Wednesday, February 10, 2010

El secuestro de un perro..

Han pasado exactamente 9 meses desde la última vez que pude ver a mi perro. Si pudiera multiplicar esos meses por las noches que he llorado por no tenerlo seguramente la cuenta se haría mucho mas larga.

Porqué una persona puede sufrir por un “simple animalito” seguramente será la pregunta de muchos y la respuesta es simple: porque los animalitos son nobles, se convierten en tu compañía y muchas veces en tus guardianes cuando los necesitas.

Quien tiene a mi perro, no importa. Su nombre ya no existe, simplemente lo tiene y como cualquier “ secuestrador” sabe que no puede darme lo que denominan “ mercancía” porque se quedan sin su fuente de chantaje económico o moral.. .Esa es la realidad a la que me enfrento y lo que hace que escriba este artículo, buscar la aceptación misma de que quizás nunca mas pueda volver a ver a un animalito que era mas que una mascota para mí, era mi compañía y fiel testigo de mi vida.

Del Tin guardo los mejores recuerdos, cuando lo ví por primera vez habían 2 boxers. Recuerdo claramente que con un poco de nervios al tener que decidir por la primera mascota de mi vida sacaron a 2 perritos para que los pudiera coger: el primero no me hizo caso, pero el tin muy inteligente, se acurrucó en mis piernas y nunca mas se separó de mi lado, claro que a medida que fue creciendo era chistoso ver como un perro grandotote se ponía en mis piernas mientras íbamos de viaje.

Al Tin le enseñé cómo jugar, aprendió que si lanzo la pelota por debajo de las escaleras debe correr para traerla, claro que nunca aprendió a hacer lo mismo de abajo para arriba.

De igual forma, le enseñé a llevar mi cartera y los bolsos, pero nunca aprendió a que debía llevar sólo el mío y él muy comedidamente se llevaba las carteras de todas las chicas que entraban a mi casa. Lo que si aprendió a hacer super bien es a robarse comida, el muy pícaro sabía como hurtar varios manjares como: tortas de chocolate, guaguas de pan con relleno o mas bien comerse el relleno y dejar el pan y por último comerse lo que queda del pavo de navidad, en eso sí era campeón.

La playa era su mejor descanso, corría por todo el lugar hasta llegar a Quito prácticamente en calidad de bulto. Lo mas chistoso era que cuando estaba en la playa sólo ahí parecía perro, porque empezaba a ladrar como loco si alguien se me acercaba y como buen guardián no toleraba a los borrachos.

Las historias son múltiples, el agradecimiento por cuidarme infinito, algún momento terminaré de contar esta historia que espero tenga un final feliz. Por lo pronto se quedará aquí en el papel, con la esperanza que algún momento vuelva a ser realidad.

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