El dolor o las crisis existenciales nos llevan a momentos en los que escribir es una tarea difícil porque te hace reencontrarte con tus demonios a los cuales no siempre se los quiere enfrentar, pero que llegado un momento se los debe ver a los ojos y simplemente cambiarlos de forma..
Por ello, en uno de mis tantos pensamientos y escritos existencialistas, llegó a mis manos la historia del Ave Fénix. Un ejemplo sutil para quienes en algún momento necesitamos morir para renacer y sobre todo para notar que en ciertas etapas de la vida se necesita un cambio personal, profesional o de creencias para seguir adelante y vivir a plenitud.
Aquí un poco de información sobre esta historia:
El Fénix ha sido un símbolo del renacimiento físico y espiritual, del poder del fuego, de la purificación, y la inmortalidad. Según el mito, poseía varios dones, como la virtud de que sus lágrimas fueran curativas.
Según la leyenda cristianizada, el ave Fénix vivía en el Jardín del Paraíso, y anidaba en un rosal. Cuando Adán y Eva fueron expulsados, de la espada del ángel que los desterró surgió una chispa que prendió el nido del Fénix, haciendo que ardieran éste y su inquilino. Por ser la única bestia que se había negado a probar la fruta del paraíso, se le concedieron varios dones, siendo el más destacado la inmortalidad a través de la capacidad de renacer de sus cenizas.
Cuando le llegaba la hora de morir, hacía un nido de especias y hierbas aromáticas, ponía un único huevo, que empollaba durante tres días, y al tercer día ardía. El Fénix se quemaba por completo y, al reducirse a cenizas, resurgía del huevo la misma ave Fénix, siempre única y eterna. Esto ocurría cada quinientos años.
Prometo seguir escribiendo.
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