Rebuscando en mi archivo personal, me di cuenta que poseo una dulce colección fotográfica de manzanas acarameladas. Esto, me llevó a desempolvar un poco los recuerdos, retroceder en el tiempo y evocar las salidas del colegio, que además del placer de volver a casa, nos llevaba a sacar de la mochila los 1000 sucres que con tanto empeño se ahorraba para escoger entre un rico limón con sal, mango en funda, espumilla o una manzana acaramelada.
Satisfacer el goloso paladar estudiantil, no era fácil, siempre había competencia entre los vendedores que rápidamente corrían tras el bus escolar para esquivar los furiosos ojos de las inspectoras y poder ser parte de ese rápido ritual de lanzar la funda por la ventana y recibir rápidamente el dinero. Todo esto, nos llevaba a olvidar las advertencias maternas de " si comes en la calle te da tifoidea" y simplemente nos servía para romper el hielo entre los amigos, divertirnos en el camino y rogar que nadie se de cuenta de nuestra fechoría.
Años después, debo admitir que aún me alegra ver en Ciudades como Quito, Cuenca y Sangolqui existen habilidosas mujeres que han sobrevivido a la tecnología y con sus manos continúan endulzando una simple fruta para convertirla en el mejor de los manjares, no aptos para diabéticos.
Sé que esta tradición, no es sólo Ecuatoriana, lastimosamente no existe suficiente información disponible de este tipo de anécdotas. Realmente me encantaría conocer en que países se comercializan estos productos, así que aliento a cualquiera de los lectores de este blog a compartir relatos sobre esta dulce tarea artesanal.
No comments:
Post a Comment