En un mundo tan loco, convulsionado, precoz, donde te das tu primer beso a los 12, fumas tu primer tabaco a los 13 y consigues novio en el jardin de infantes, debo confesar que mi primera aventura nocturna fue en el Cotopaxi a los 26 años...
Sí! recién a los 26 años y 2 meses, descubrí el interesante mundo del camping y tuve la maravillosa oportunidad de ver como un hombre de 60 años ( mi padre) llegó al refugio de 4800 metros de altura y lo maravilloso de compartir la simplicidad de la tierra.
Subir al refugio, te hace pensar en cada paso que das, sentir tu respiración y cada uno de tus latidos, es algo similar a la escalada de metas en tu vida. A veces, estás a punto de sucumbir, pero hay algo que te motiva y al final, al llegar a la cima la recompensa es grande.
Es la segunda vez que llego al Cotopaxi, la primera, siginificó el inició de una intensa relación que desembocó en un feliz matrimonio y ahora, estoy segura que significará mucho más. Subimos nuevamente juntos, y la compañía de mi padre fue un ejemplo de vida, al notar un doble esfuerzo y unas ganas de vivir que terminan solo cuando uno quiere..
Lastimosamente, me da mucha pena tener que contar que la nieve se aleja cada vez mas de nosotros. Quiero pensar que es el verano y no el maldito calentamiento global el que nos priva de escenarios maravillosos como el volcán nevado mas alto del país.
Despertar con el trinar de los pájaros en vez de los aullidos del perro de mi vecino, fue algo maravilloso, escuchar la nada, un evento indescriptible y sentir la bondad de la montaña que nos dió permiso para visitarla, es otra aventura digna de contar.
Lo único que no deben olvidar es que el frío no perdona, te penetra los huesos y no te deja dormir pese a 3 sacos, 2 pantalones y doble par de medias!!
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